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Argentina: ¿Es posible el crecimiento sin dinero?
Por Noelia Abbate es Economista (UBA), Magíster en Economía Política (FLACSO) y se encuentra finalizando un Doctorado en Desarrollo Económico (UNQ). Se especializa en temas relacionados al desarrollo productivo y la macroeconomía. Cuenta con publicaciones en revistas internacionales y participaciones en congresos.
Frente a una oposición debilitada, que no logra aunar esfuerzos para torcer la pulseada oficialista, el Gobierno Nacional continúa con la ejecución de su programa económico orientado al ajuste. Se mantiene la premisa de mostrarle al mundo una Argentina superavitaria con menores índices inflacionarios, a costa de tensionar profundamente el plano social y, consecuentemente, la calidad de vida de la población. Ello trae aparejado serias dudas al respecto de la sostenibilidad del plan actual, algo que no le resulta ajeno al Gobierno y que motivó los últimos pedidos de financiamiento al exterior sin mucho éxito.
Principales resultados presupuestarios
De acuerdo a los datos de la Oficina Nacional de Presupuesto, la impronta del plan aplicado generó que, en los primeros nueve meses del corriente año, los resultados primario y financiero fueron superavitarios, de $ 9.578.389 millones de pesos y $ 2.441.531 millones de pesos, respectivamente.
Ello se debe a que, entre enero y septiembre del 2024, los ingresos totales superaron a los registrados en un 8,1%, en términos reales, con respecto a igual periodo del año anterior. Contrariamente, los gastos primarios sufrieron una contracción del 17,4% real.
Analizando su composición, el concepto que mejor explica la suba de los ingresos son los derechos de exportación, cuya suba acumulada interanual fue del 56,1%, en contraposición a lo sucedido en un año de sequía como lo fue el 2023. Ello más que compensa la contracción acumulada interanual de la recaudación de bienes personales del 12,7%, en consonancia con la modificación tributaria de tinte regresivo que la actual gestión impulsó, y la reducción del 5,1% interanual en la recaudación de los derechos de importación, a raíz de la recesión económica. Asimismo, cabe destacar que IVA, Ganancias y los Aportes y contribuciones a la seguridad social, es decir, los tributos históricamente más cuantiosos, denotan una menor participación en los ingresos con respecto a igual periodo del año anterior, en línea con un nivel de consumo y un mercado laboral más reducido.
Ahora bien, la información de la Oficina Nacional de Presupuesto da cuenta que la contracción interanual en el gasto acumulada en los primeros nueve meses del año se explica, principalmente, por la contracción del 5,2% interanual de las prestaciones sociales. Al interior de este concepto, la partida que mayor participación tiene históricamente en los gastos, Jubilaciones y pensiones contributivas (del 36,1% en lo que va del 2024), sufrió una contracción del 8,3% real interanual.
A la vez, cabe destacar que, de acuerdo a la misma fuente, los subsidios económicos también acumularon una fuerte contracción del 21,5%, con foco en el sector energético (-23,1%).
A la espera de los fondos
Todo lo anteriormente mencionado, actúa en detrimento de las estructuras de costos del entramado productivo local y afecta los ingresos de los hogares. Consecuentemente, ello impacta en los precios y en la demanda local. Sin embargo, este fue el costo político que el Gobierno Nacional estuvo dispuesto a asumir para mostrarle al mundo una Argentina superavitaria y con índices inflacionarios más bajos (luego de saltos muy abruptos en diciembre 2023 y enero 2024), mediante un programa de ajuste que no termina de acaparar a la tan famosa “casta”, sino que finalmente afectó a la clase media y baja de este país.
La sostenibilidad de este ajuste depende de la capacidad de financiamiento que obtenga el Gobierno para su continuidad y del tiempo que la población esté dispuesta a soportar este profundo malestar en pos de un “bien mayor”. Como lo segundo pareciera verse cada vez más tensionado, la necesidad de avanzar con lo primero se acelera.
En miras de las dificultades que representa buscar el crecimiento sin tener fondos propios por la recesión en la actividad económica, luego de dos meses sin verse cara a cara, el Ministro de Economía Luis Caputo se reunió con la jefa del Fondo Monetario Internacional, Kristalina Georgieva, para conversar acerca de la posibilidad de nuevo programa con el FMI que podría incluir fondos frescos. Empero, como la mandataria insiste en poner como contraparte la liberalización del cepo cambiario para la autorización de nuevos fondos, el Ministro decidió postergar esta negociación, dado que una apertura anticipada arruinaría la estabilidad de su programa. Por ello, lo más probable es que el Gobierno avance hacia otras formas de financiamiento como la obtención de un REPO con bancos privados y créditos de parte del BID y el Banco Mundial, para saldar así los compromisos pendientes en 2025, algo que hace rato viene preocupando a nuestros acreedores y a potenciales inversores.
Todo pareciera indicar que pretender el “crecimiento sin dinero” es más difícil de lo que imaginó el Gobierno. Así, mientras los fondos llegan, la gente espera.
